jueves, 14 de junio de 2007

proyecto aiken



Elizabeth Arnold
María Emilia Imahorn

Pintura, Grabado, Objetos, Diseños

Año 2006


“Si uno no entiende la utilidad de lo inútil
y la inutilidad de lo útil, no puede entender el arte…”

(Ionesco)

Introducción
Las categorías históricas a través de las cuales han sido interpretadas durante muchos años las producciones culturales del pasado, han abierto ciertos abismos aparentemente irreconciliables debido a la rigidez con que se manejan factores como el tiempo y el espacio.
No obstante, según palabras de Amelia Podetti en su obra “La irrupción de América en la Historia” , la visión histórica desde el punto de vista de América sería particular, ya que aparece como una “matriz unificadora” que recoge, sintetiza y transmuta todo lo que a ella llega reduciendo a una unidad compleja los diversos aportes culturales. Esta virtud de unidad mostraría que existe una vocación de universalidad en la propia particularidad cultural de América como lugar desde el cual se hace accesible la comprensión de la tierra como totalidad.
Frente a este panorama, como artistas americanas y a través de las prácticas estéticas, nos introducimos en un campo desde el cual sería posible compensar en cierta manera algunos de aquellos vacíos originados en las categorizaciones históricas. El diseño como herramienta de trabajo y vía de reflexión nos provee de elementos que permiten poner en marcha la tarea de acortar estas distancias.
Ningún artista parte jamás de cero, ha heredado un lenguaje básico de diseños que la humanidad ha estado desarrollando durante miles de años. En su obra los elementos del lenguaje ya existente se modifican, se combinan y/o se adaptan para producir un resultado original.
En este proyecto intentamos mediar las producciones de las civilizaciones americanas precolombinas con las de antiguas culturas de Asia (China y Japón). No es nuestra intención encontrar una influencia histórica o geográfica real entre ambas culturas, sino que nos valemos como estrategia de diseño de las similitudes simbólicas y formales de estas producciones, así como de las divergencias, a fin de remarcar el concepto de opuestos que interactúan y se condicionan para alcanzar un punto de equilibrio, idea fundamental en la cosmovisión de estos pueblos.
Asimismo, y conscientes de que la expresión “Bellas Artes” se inventó para distinguir a éstas de las “Artes útiles”, y de que existe aún hoy un conflicto sin resolver entre ambas categorías, intentamos probar que un buen diseño funciona tanto en uno como en otro campo.
Mediante la creación de una imaginería que nos sea propia, compuesta de símbolos colectivos, desarrollamos un sistema particular para la generación de obras que plasman nuestra propuesta estética.


Desarrollo
Hasta las décadas del 60 y 70 el estructuralismo como corriente de pensamiento gobernaba casi todos los campos de la teoría. La idea de una realidad estructurada, se inicia a partir de Ferdinand de Saussure, pensando en el lenguaje como modelo respecto del cuál se pueden explicar todos los sistemas sociales de significación.
Los posestructuralistas indagan el “signo” y llegan a la conclusión de que es arbitrario y que el concepto significado nunca está totalmente presente en él, siendo sólo la representación incompleta de algo que, como totalidad, es imposible de representar.
Una de las tendencias más salientes del posestructuralismo es la deconstrucción, teoría del pensador francés Jaques Derrida que trasciende el ámbito lingüístico y trata de subsanar la limitación de los signos. Derrida explica que cuando observamos un signo establecemos relaciones con nuestra historia, con nuestra memoria y que estas relaciones (que están ausentes), son las que completan el signo.
La deconstrucción está sujeta a una organización espacial que altera el criterio tradicional de estructura. No destruye las formas, lo que hace es desarticular y reorganizar hechos artísticos. No se trata de desmantelar, sino de buscar nuevos equilibrios.
En esta teoría posmoderna el mundo del pasado y la visión del hombre actual se entrelazan en diálogo, hacia la creación de nuevos signos.
El posmodernismo es definido por muchos pensadores contemporáneos como un cambio que coincide con el ingreso de la sociedad en la llamada era posindustrial, el desplazamiento de la mano de obra industrial a los servicios, a la cibernética y a otras formas de alta tecnología. En el campo artístico, al hablar de fin de la modernidad, se habla de muerte del arte. A pesar de esto, muchos de estos pensadores coinciden en que más que de la muerte del arte, se trata de la transformación de un sistema en muchos sistemas, en diferentes maneras de producir, codificar, transmitir o asimilar los mensajes estéticos.
Los procesos utilizados para la generación de nuestra obra hallan anclaje dentro de este marco de reflexión.
Los signos deconstruidos en nuestras obras pertenecen a las culturas precolombinas de América y las antiguas culturas orientales de China y Japón.
Estas iconografías, seleccionadas de culturas ancestrales, cuya fusión sólo se hace posible a través de una poética que nos es propia, intentan provocar una reflexión desde nuestra condición de cultura mestiza.

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